El nombramiento de María José Pinto como nueva vicepresidenta del Ecuador marca un punto de inflexión para el Gobierno de Daniel Noboa, que busca reparar el desgaste institucional generado durante su tensa relación con su antecesora en el cargo, Verónica Abad. La crisis entre el presidente y la vicepresidenta saliente debilitó visiblemente el rol del segundo cargo más alto del Ejecutivo, reduciendo su alcance político y administrativo.
Desde los primeros meses de gestión, Abad fue excluida de decisiones clave y enviada a Israel para desempeñar tareas diplomáticas, en un movimiento interpretado ampliamente como un intento de marginación. Aunque constitucionalmente el vicepresidente debe asumir funciones delegadas y sustituir al presidente en caso de ausencia, en la práctica su capacidad de incidencia depende de la voluntad política del mandatario.
Con la llegada de Pinto, el Ejecutivo se enfrenta al desafío de redefinir y reposicionar institucionalmente la Vicepresidencia. Más allá del vínculo político entre Noboa y la nueva funcionaria, analistas coinciden en que otorgarle funciones claras y visibles será clave para recuperar su legitimidad y fortalecer la imagen del binomio presidencial.
Una oportunidad para recomponer la imagen institucional
Raquel Veintimilla, catedrática de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Internacional del Ecuador (UIDE), sostiene que la ruptura con Abad generó una crisis de confianza en la institucionalidad del Ejecutivo. La designación de Pinto, afirma, responde a una estrategia para recuperar gobernabilidad y enviar un mensaje de estabilidad.
“La lealtad política puede ser una motivación para su nombramiento, pero eso no basta. Pinto necesita contar con atribuciones técnicas y un rol visible que aporte al funcionamiento del Estado”, señaló Veintimilla, quien sugirió su posible liderazgo en áreas sociales o en procesos de diálogo territorial.
Evitar una figura decorativa
Para el analista político Fernando León, la principal prueba del Gobierno será evitar que la nueva Vicepresidencia se convierta, nuevamente, en una figura decorativa. Recuerda que durante la disputa con Abad se llegó incluso a plantear su destitución, lo que evidenció la fragilidad de la figura vicepresidencial en el diseño institucional ecuatoriano.
“Con Pinto hay una oportunidad de reconstruir ese espacio. El presidente ha demostrado confianza en ella, y su cercanía con la ciudadanía puede contribuir a revertir el daño causado por el conflicto anterior”, indicó.
León advirtió, no obstante, que ignorar a la nueva vicepresidenta o mantenerla en un rol simbólico debilitaría aún más la credibilidad del sistema político y enviaría señales de concentración del poder.
Implicaciones legales y constitucionales
José Manuel Portugal, abogado constitucionalista y profesor de la UIDE, recordó que la Carta Magna otorga al Presidente discrecionalidad para asignar funciones al Vicepresidente, pero esta debe ejercerse dentro de parámetros legales y razonables.
“La Constitución no enumera funciones específicas, salvo reemplazar al presidente en su ausencia. Pero una exclusión sistemática podría ser considerada una violación a los derechos políticos del vicepresidente y eventualmente ser impugnada ante la Corte Constitucional”, explicó.
Portugal considera que, para dotar de poder real al cargo, se requiere no solo de funciones formales, sino de respaldo político. Sugiere que la vicepresidencia participe en instancias clave como el Consejo de Seguridad o programas nacionales estratégicos. Además, plantea la posibilidad de impulsar reformas constitucionales que delimiten con mayor claridad las competencias del Vicepresidente.
Una figura simbólica con peso institucional
Desde una perspectiva institucional, Veintimilla remarcó que recuperar la relevancia del cargo también tiene un valor simbólico: “Es una forma de rectificar y enviar un mensaje de respeto al mandato popular y al principio de corresponsabilidad democrática”.
Ignorar nuevamente el papel de la Vicepresidencia podría derivar en tensiones internas, pérdida de legitimidad del binomio presidencial e inseguridad jurídica en casos de eventual sucesión.
Por ahora, la influencia de María José Pinto dependerá de la voluntad política del presidente Daniel Noboa. De su integración efectiva al aparato del Estado dependerá también si la Vicepresidencia vuelve a ser un actor central en el diseño y ejecución de las políticas públicas, o si sigue siendo una figura secundaria en el tablero del poder ecuatoriano.
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