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LA POLÍTICA

Jorge Palacios Alvear

Periodista

Sin duda hablar de política es, inevitablemente, hablar de la condición humana. Desde los albores de la civilización, cuando el ser humano dejó de vivir en tribus dispersas para organizarse en sociedades complejas, la política se convirtió en el escenario donde se representan nuestras virtudes… y también nuestras más profundas miserias.

Lejos de ser una herramienta noble al servicio del bien común, la política ha sido, demasiadas veces, capturada por quienes ven en ella un instrumento de poder personal. No importa si se trata de comunismo, fascismo, liberalismo o cualquier otra corriente ideológica: cuando la voluntad popular se guía más por la necesidad que por la razón, el resultado suele ser la elección de seudolíderes que saben manipular la esperanza del pueblo —un pueblo que, empobrecido y excluido, cae en el espejismo de las promesas vacías.

 

La filosofía de Platón ya advertía sobre este fenómeno en «La República», cuando señalaba que la democracia, sin educación ni virtud, puede degenerar en demagogia. En sus palabras, es el pueblo, en su búsqueda de libertad absoluta, quien puede abrirle las puertas al tirano. Así, el problema no es solo del sistema político, sino de la falta de conciencia crítica en los ciudadanos.

Michael Sandel lo expresa con claridad: “La desigualdad contribuye a la corrupción y a la polarización”. Y Charles de Gaulle, con amarga ironía, nos recuerda que “la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”.

 

¿Podemos entonces asombrarnos de la podredumbre que emana de tantos gobiernos? No. Lo trágico no es la corrupción en sí, sino que ya no escandaliza. Hemos normalizado lo inmoral.

Pero, aunque parezca inevitable, no debemos resignarnos a vivir eternamente bajo esta sombra. La filosofía, como ejercicio de pensamiento crítico, nos enseña que la transformación no empieza en las urnas, sino en la conciencia. Solo cuando el ciudadano deje de ser espectador pasivo y asuma su papel como sujeto político con criterio, podrá cambiar el rumbo.

Mientras tanto, sí, nos toca resistir… pero no en silencio.

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